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domingo, septiembre 06, 2009

Hitler, los diez últimos días (Hitler: the last ten days)



origen de la imagen



Lo mejor de "Hitler, los últimos diez días", y el motivo principal por el que merece la pena verla, es la interpretación que realiza Alec Guinnes de Adolf Hitler. Aunque esta recreación no es la más fiel a la historia como la reciente “El hundimiento”, si está considerada por muchos como la mejor interpretación dramática del funesto personaje.

Esta co-producción italo-británica proclama en sus títulos de crédito que es una reconstrucción fiel de los hechos que acontecieron dentro del führerbunker entre el 20 de abril, cumpleaños del tío Adolfo, y el 30, fecha en la que se suicidó, tal y como fueron recogidos en las memorias del Rittmeister Gerhard Boldt. Curiosamente, el personaje de Boldt se mantiene en la película pero sus actos son realizados por el ficticio capitán Hoffman (Simon Ward). Se nota que se trata de una producción de bajo presupuesto, con actores británicos e italianos de segunda fila en su mayor parte, siendo el más conocido de ellos Adolfo Celi (el malo de “Operación Trueno”) dando vida al general Krebs. Pero hay que reconocer que la reconstrucción del bunker es muy buena, aunque no parezca muy difícil simular unas paredes de hormigón, y la historia está contada de manera eficaz y convincente.

Guinnes estaba muy orgulloso de su interpretación. En esos años su carrera no estaba pasando por un buen momento y el trabajo escaseaba, así que este papel protagonista le vino como llovido del cielo. Históricamente, Hitler pasó sus últimos días completamente deprimido y sedado, con algunos ataques de ira. El Hitler de Guinnes en cambio es mucho más activo y despierto de lo que debería esperarse. Está acorralado, pero sin embargo vemos que aún mantiene esperanzas en la victoria y es capaz de explotar en una serie de rabietas incontrolables cuando la realidad no coincide con sus deseos. Guinnes nos muestra al Hitler que todos esperamos ver. Un tirano que se cree un genio militar dando órdenes sobre los mapas mientras abronca a sus generales, y un genio artístico planeando edificios de la futura capital del Reich de los mil años dispuesto a que se haga verdad el dicho “después de mí, el diluvio”. Guinness fue el primer actor que se arriesgó en mostrar un lado humano e íntimo del dictador, aunque por supuesto ese aspecto incrementa la mezquindad del personaje. Es magistral la escena en la que Guinnes pide que le cuenten como van a morir los demás cuando él se haya suicidado como si estuviera discutiendo sobre las preferencias de una comida o de otra. O la cicateria mostrada al decir que él ya se ha reservado gasolina para su cremación y que los demás deberían darse prisa para hacer lo mismo. O aquella en la que juega con las maquetas de los edificios del Berlin soñado como capital del Reich de los mil años.

Al igual que en la película “Liberación”, volvemos a ver escenas en blanco y negro, mezcladas con escenas en color. Pero esta vez es para realzar el contraste entre lo que sucede fuera del fuhrerbunker con lo que sucede dentro de sus paredes. La “realidad” del fuhrerbunker está rodada en color, para acercar al espectador las fantasías de Hitler sobre una Alemania que aún podía triunfar. Sueños que terminan bruscamente con el blanco y negro de lo que sucede de verdad en el exterior del bunker.

Como ya he dicho, la película reclama una exactitud histórica que mantiene bastante bien en general. Es de destacar la introducción inicial a base de imágenes de documentales y los títulos de crédito con un mapa de Europa y la música de Wagner sonando, para poner en situación al espectador y así llegar al 20 de abril de 1945. Las recreaciones de los acontecimientos más conocidos están bastante bien realizadas. Así veremos el famoso ataque de nervios del día 22 de abril (en la película es el 23) tras echar la bronca a Jodl, Keitel, Bormann, Krebs y Burgdorf. Otros momentos históricos son el intento de tomar el poder por parte de Goering y la llegada del mariscal del aire von Greim y su amante Hanna Reitsch. Y por supuesto el fusilamiento del cuñado de Eva Braun. Aunque en otras situaciones dicha exactitud histórica no se respeta. Por ejemplo, no aparecen ni Himmler, ni Goering, a pesar de que ambos asistieron al cumpleaños de Hitler. Tampoco sale ninguna de las numerosas conversaciones entre Hitler y Albert Speer, porque este personaje tampoco aparece, aunque si se discute la orden de destruir las infraestructuras ya que Hitler opinaba que el pueblo alemán no merecía sobrevivir a su muerte (La Naturaleza es cruel, así que yo también debo ser cruel). Finalmente tiene algunas “chapucillas” que si se hubieran corregido habrían dado un toque de mayor calidad a la película. Una de esas “chapucillas” es que las canciones que se cantan son en inglés y no en alemán. Llama mucho la atención ese detalle en la escena en la que los hijos de Goebels cantan a Hitler el tema “El pequeño Hans”, la canción que se escucha en “La cruz de Hierro”. Ahora, lo peor en mi opinión es el personaje de Eva Braun. La actriz Doris Kunstmann le da un aire tan frívolo y estúpido que es difícilmente creíble. Pero en líneas generales, la recreación de los últimos días es bastante notable.

Hay una escena que me gustó bastante y en la que no interviene Alec Guinnes. Es aquella en que Hanna Reitsch pregunta a una de las secretarias “Esa fraulein Braun, ¿ella y el Fuhrer son...?”. Y tras asentir la secretaria, comenta escandalizada “Si es una burguesa, no parece una nacional-socialista”. Tras enterarse de que además llevan diez años juntos, desilusionada dice: “Y pensar que yo creía que estaba por encima de esas cosas. Sexo.” En tan sólo una secuencia de 30 segundos hemos visto como una persona alienada que apoya a un régimen totalitario y que a deificado a su líder supremo, se da cuenta de que éste es como cualquier otro ser humano al que le van las faldas.

Una nota curiosa. En uno de los diálogos de la película, Hitler dice que Alemania será grande cuando Wagner pueda ser interpretado por un reparto de actores alemanes completamente desnudos. Desconozco si la cita es histórica, pero si observamos las últimas tendencias de la ópera, dichas palabras suenan extrañamente proféticas.

Una película esencial para aquellos que les guste Alec Guinnes y una pequeña joya para los aficionados al cine bélico.


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