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martes, junio 23, 2009

The White Angel



La vida de Florence Nightingale ha inspirado numerosas producciones cinematográficas y televisivas. Y no es para menos. Durante los noventa años que vivió le dio tiempo a escribir ensayos sobre la causa feminista en el siglo XIX, realizar trabajos pioneros en la ciencia estadística y ser conocida como la madre fundadora de la enfermería moderna.

Quizás sea el biopic "The White Angel" el más completo en cuanto a reflejar los momentos cruciales de la vida de dicha mujer. Comienza mostrando las insalubres y deplorables condiciones de los hospitales londinenses de mediados del siglo XIX y como una muchacha de clase alta (su nombre hacía referencia a la villa italiana que poseía la familia y donde había nacido) toma la decisión de dedicarse por entero a las labores de ser enfermera, y en contra de los deseos de su familia se va a una escuela de enfermeras en Alemania. Tras conseguir su diploma se dispone a trabajar en algún hospital, pero en aquellos tiempos la práctica de la enfermería por parte de mujeres seglares y en tiempo de paz era algo que no estaba en absoluto bien visto.

El estallido de la Guerra de Crimea hizo cambiar la situación. Los informes de los corresponsales de guerra sobre las penosas condiciones de los heridos soliviantaron a la opinión pública. Gracias a la influencia de Sidney Herbert en el Departamento de Guerra, Florence y 38 mujeres más, son enviadas al hospital de Scutary en Turquía. A pesar de la oposición del general médico al mando consiguen mejorar sustancialmente las condiciones de las instalaciones. Evidentemente, la prensa no la pasó por alto y se convirtió en un fenómeno mediático llegándose a componer un poema en su honor titulado "The Lady with the lamp" por su costumbre de realizar una ronda por todos los pacientes del hospital antes de irse a dormir.

En la película se nos muestra que las enfermeras empiezan sus tareas de higiene y limpieza desde el primer momento, pero curiosamente, la observación de que la limpieza de las instalaciones era crucial para la supervivencia no fue debida a Florence. En realidad ella pensaba que la mejor forma de cuidar a los enfermos era mantenerlos en un lugar caliente y con alimentos suficientes. De hecho se llevó al chef Alexis Soyer para la elaboración de los menús. A los seis meses se mandó una comisión parlamentaria a investigar y se comprobó que la mortalidad en Scutary era la más elevada de todos los hospitales militares de la campaña de Crimea. La comisión tomó cartas en el asunto y fue la que recomendó la apertura de las ventanas para airear las instalaciones y que se incrementasen las labores de limpieza, sobre todo de las letrinas. Florence inicialmente estuvo en desacuerdo y no fue hasta su vuelta a Gran Bretaña cuando se dio cuenta de su error al analizar estadísticamente sus propios datos. Pero tuvo la valentía de reconocerlo y de redactar un informe estadístico para el Parlamento.

Evidentemente, ese aspecto no se ve en esta producción. La película sigue la tónica de otras producciones dirigidas por William Dieterle en la década de los años 30, como es el caso de la dedicada a Pasteur, aunque en este caso el tono hagiográfico es más exagerado. Kay Francis da vida a una Florence que no hace más que mirar al cielo esperando inspiración divina y que tiene dos tipos de oponentes: los masculinos encarnados por el doctor Hunt que la miran con desdén y superioridad y los femeninos que son un compendio de frivolidades horrorizadas porque una mujer se atreva a pensar como un hombre.

Desde el punto de vista histórico hay un aspecto bastante interesante en la película y es que se nos muestra la terrible incompetencia de la burocracia del Comisariado británico, u órgano encargado de la logística y suministros a las tropas en Crimea. En un determinado momento, Florence va a pedir sabanas y mantas pues llegan heridos del frente, a lo que el sargento de almacén responde que lo siente mucho, pero que se cierra a las siete. Florence entonces dice "¿Es que acaso la guerra se para a las siete?"y junto con sus muchachas abre las puertas del almacén y toman los suministros.

Sin embargo la película flojea bastante en otros aspectos. El principal es el interpretativo. Kay Francis interpreta a una Florence demasiado santurrona incluso para los años 30. El tempo de la narración además es demasiado plano y casi sin emoción. Los "momentos intensos" no pasan de ser melodramáticos. En la faceta histórica cuando Florence va a Crimea para intentar mejorar las condiciones de los hospitales del frente durante el asedio de Sebastopol, el general médico le impide el acceso a las instalaciones. Ella se sienta frente al centinela y al final es el propio Lord Raglan el que le permite el acceso. Raglan es representado como un benevolente abuelete manco comprensivo y cuidadoso con las condiciones de vida de sus soldados. En realidad fue uno más de los muchos incompetentes que comandaban el contingente británico. Baste decir que fue el responsable de no comunicar al comisario general Filder hasta el 7 de noviembre, que iba a invernar en Crimea y disponiendo las mayor parte de las tropas cercando Sebastopol y alejándolas del puerto de Balaclava. Filder a su vez era otro incompetente que tardó en encontrar madera y leña para suministrar a las tropas pero que no estableció el modo de transportar los suministros desde el puerto. Al final fueron los propios soldados los que debían bajar hasta Balaclava a coger sus suministros.


Recomendable sólo para los interesados en los biopics old-style, o en dicha época histórica.

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