
En “Kartum”, Charlton Heston da vida al carismático general británico Gordon “Pacha” y en mi opinión es su mejor interpretación de un personaje histórico real. Heston supo dar el toque mesiánico justo para que entendiéramos algunas de las decisiones del personaje histórico. Hay que tener en cuenta que Gordon era un evangelista convencido y algo excéntrico que en un momento dado de su vida llegó a defender que la Tierra estaba dentro de una esfera celeste en la que Dios estaba en un trono situado justo encima de Jerusalem y que el infierno se encontraba cerca de la isla de Pitcairn. Sin embargo también era un militar bastante competente. Participó como ingeniero en la Guerra de Crimea y en China durante la Segunda Guerra del Opio. En 1863, el emperador chino le dio el mando de uno de sus ejércitos conocido como “El ejército eternamente victorioso” con el que lucho durante la rebelión Taiping. A partir de esa época se le conoció como “Chinese” Gordon. Pasó un tiempo en Gran Bretaña construyendo fortificaciones y realizando tareas de inspección. En 1874 se le concedió el permiso para que se uniera al ejército del virrey otomano de Egipto con el grado de coronel. Durante los años siguientes, Gordon comenzó a construir una serie de puertos y estaciones a lo largo del Nilo para asegurar el dominio del Sudán. Pero en 1876 decidió abandonar Egipto porque sus sentimientos religiosos chocaban frontalmente con el régimen esclavista que ejercía el gobernador egipcio en Sudán. Sin embargo, tras la explosión de una revuelta el virrey le hizo llamar y le nombró gobernador del Sudán. Gordon acabó con la revuelta en Darfur yendo sólo acompañado de un intérprete al campamento de los insurrectos para parlamentar. Tras el éxito, Gordon poco a poco apaciguó a la región y consiguió eliminar la esclavitud en varias zonas. De 1880 a 1883 Gordon se dedicó a diversas labores diplomáticas pero tras la revuelta del Madhi en el Sudán, el gobierno británico le rogó que volviera a la zona para intentar pacificarla. Llegó a Egipto en enero de 1884.
Y es con la revuelta del Mahdi donde comienza esta notable película de cine histórico. En 1883 los egipcios mandaron un ejército de 9.000 hombres al mando del general Hicks para aplastar la sublevación de este iluminado en la zona de Sudan. Hicks no tuvo mejor ocurrencia que meterse con sus hombres en medio del desierto. Los seguidores del Madhi eran fanáticos pero no tontos por lo que fue rodeado y su ejército casi completamente aniquilado en la batalla de El Obeid (tan solo sobrevivieron 500 soldados). Lo peor es que las tropas del Mahdi se hicieron con cuatro cañones Krupp y seis ametralladoras Nonderfelt, además de todos los fusiles y municiones de los soldados egipcios masacrados.
Gran Bretaña se vio en un compromiso. Desde 1883 el gobierno de Egipto era un títere británico pero Gran Bretaña no podía mandar un ejército pues se consideraría una intervención imperialista no justificada además del gasto económico para las arcas impeeriales. Por otro lado no podía abandonar a Egipto a los islamistas. La solución fue obligar a Egipto a abandonar el Sudan y mandar a Gordon para que estabilizara la situación gracias a su prestigio y experiencia. Pero sobre el papel, Gordon lo hacía de manera particular y no bajo los auspicios del gobierno británico. Esa paradoja política es lo que se nos muestra en la conversación entre el primer ministro Gladstone (Ralph Richardson) y Gordon. Una conversación de la que no hay registros históricos pero que es perfectamente pausible.